Ni la TV pudo disimular la realidad – La Nación

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Viernes 13 de junio de 2014 | Publicado en edición impresa

Ni la TV pudo disimular la realidad

Por Marcelo Stiletano | LA NACION

Los Mundiales también se recuerdan por el esplendor y el brillo de sus ceremonias inaugurales. Lo ocurrido ayer en San Pablo dejará en la historia el exacto reverso de esa mención. Como si hubiese sido atravesada por una flecha en forma de complejo de culpa, la apertura de Brasil 2014 quiso mostrar desde su breve duración y su austera puesta en escena un retrato de la identidad brasileña que, de algún modo, disimulara y disculpara ante el mundo todo lo que se viene diciendo sobre el exceso de gastos en toda su infraestructura.

Pero aún con menos recursos siempre es posible honrar la tradición de estas fiestas y el sentido de uno de los más grandes acontecimientos del calendario global.

Esperar cuatro años para ver algo tan desteñido y monocorde, la contracara del despliegue, la sorpresa, el impacto y la dimensión única del arranque de un Mundial, resultó lo más parecido a una decepción generalizada.

Más que una celebración que siempre es única y original, lo visto ayer durante 25 minutos desde las 15.15 (hora argentina) se pareció a un cuadro preparado sin demasiado rigor para amenizar la lenta llegada del público al estadio.

En efecto, daba lo mismo que la gente viera o no esta apertura, porque cuando se puso en marcha había visibles y amplísimos claros en las tribunas enfocadas por las cámaras en los planos generales.

La ceremonia no fue otra cosa que un largo y único cuadro temático similar al que podría preparar sobre la historia y la identidad de Brasil cualquier escola do samba en los concursos de Carnaval, en este caso adaptado a las dimensiones de un estadio de fútbol y con un diseño de vestuario y un diseño coreográfico que responden a las líneas de los shows del Cirque du Soleil.

Artistas y gimnastas ataviados con motivos de la naturaleza (flores, árboles), réplicas gigantes de instrumentos musicales del folklore local, alguna referencia a los habitantes originarios y secuencias de bailes y ritmos musicales nativos marcaron el tramo inicial.

El momento futbolístico apareció más tarde, cuando salieron a escena como pequeños malabaristas de la pelota los chicos vestidos con los colores de los países participantes.

Los planos cortos y cercanos dejaban al descubierto la repetición y la falta de originalidad de las coreografías. Lo mismo ocurrió con la gigantesca esfera luminosa que en un momento se abrió en gajos como un fruto para dejar salir a Jennifer Lopez, Claudia Leite y Pitbull.

Las ceñidas y sensuales mallas de las dos cantantes y la camiseta verdeamarela del popular rapero lograron, por un momento, contagiar cierto fervor, pero dejaron al descubierto una contradicción insalvable: el cuadro de supuesta afirmación de la identidad brasileña concluía con un tema oficial de rítmica híbrida (imposible de asociar con alguna genuina expresión musical local) y cantado en inglés.

Con todo, nada se comparó con la omisión más imperdonable de la transmisión que desde Brasil viajó al mundo: el puntapié inicial simbólico a cargo de una persona parapléjica que pudo dejar por un momento su silla de ruedas para impulsar la pelota a través de un exoesqueleto controlado por el cerebro ni siquiera se vio.

Apenas pasó ante nuestros ojos una fugaz imagen de ese dispositivo robótico mientras el relator de la transmisión de la TV Pública, Gustavo Kuffner, prometía algo que finalmente no ocurrió.

Les tocó a Kuffner y a Diego Latorre poner en marcha los relatos y comentarios del Mundial por TV. Durante el partido, las observaciones del ex futbolista ratificaron las expectativas: el suyo será un aporte valioso para las transmisiones del Fútbol para Todos, caracterizadas por la euforia desmedida y un análisis de escaso vuelo. Kuffner, en tanto, mezcló algunos apuntes didácticos con ciertos excesos de verborragia durante la ceremonia previa.

Ese momento inicial de Brasil 2014 que nadie recordará por su esplendor o su brillo. Todo lo contrario.

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