El peregrinaje hacia una Final histórica – La Nación

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Jueves 10 de julio de 2014 | Publicado en edición impresa

Cómo lo vivieron los hinchas

El peregrinaje hacia una final histórica: los argentinos

Hubo 25.000 simpatizantes albicelestes en el Itaquerao; aunque fueron visitantes, cargaron a los brasileños por su eliminación y sufrieron por los penales

Por Nicolás Balinotti | LA NACION

SAN PABLO.- Dicen las paredes en la estación de tren Itaquera: «Brasil, camino al hexa». Saluda otra pintada, con cuidado arte callejero: «Bienvenidos al Mundial». El color de las banderas hace parecer que el mundo está reducido a ese pedazo de muro. Hay que detenerse en el mensaje. Porque lejos de un cálido recibimiento, los argentinos ingresan en el estadio como quien pone un pie en tierra enemiga.

Sobre la cuesta que une la estación con los accesos, una brasileña de tez morena y ojos incoloros guía a la marea con un altavoz. Lo hace subida a una banqueta alta, como la de los árbitros de tenis. «Que levanten la mano los de Holanda», grita. Los de naranja saludan, vivificados por varios litros de cerveza. «Un vamos para los de Argentina», intentan animar a la otra parcialidad. Los argentinos le responden con ironías: «Te comiste siete», y le exhiben el número, con los dedos de las manos. Lo que queda de la rampa se trepa a los cánticos: «Brasil, decime qué se siente.»

Antes de cruzar el primer control, tres amigos de Victoria se roban la atención con la leyenda de sus camisetas: «Vai embora, 1-7, 8 de julio de 2014». Otra referencia con sarcasmo para los brasileños, todavía incrédulos ante una eliminación que será eterna, tanto o más que el Maracanazo del 50.

El Itaquerao espera en la cima. Desde lejos, se distingue como una maqueta en obra. Con el Mundial ya casi terminado, el estadio muestra aún muchos cabos sueltos. En el peregrinar del público se cruzan argentinos, holandeses y brasileños vestidos de naranja. También hay hinchas de otras nacionalidades, que lejos de ser neutrales, se vuelcan por algún equipo. Así lo demuestran los bolivianos Fabio y Oscar, vestidos de coya de pies a cabeza, y dispuestos a «alentar a los hermanos sudamericanos».

En uno de los accesos se encuentran el sindicalista Pablo Moyano y Martín Redrado. ¿Alianza en puerta entre el camionero y uno de los economistas favoritos de Sergio Massa? No da la sensación, a pesar del afectuoso abrazo. Para los políticos, los mundiales siempre son una excusa para huir del país.

Adentro, el Itaquerao es un hervidero. Ni la intensa garúa nubla el entusiasmo de unos 25.000 argentinos que se sienten visitantes, pero que así y todo desafían a los locales. «Esta lluvia de mierda no quiere parar, es Brasil que no para de llorar», gritan a coro. Como réplica, surge una tormenta de abucheos y una melodía que suena a desahogo: «Pentacampeón».

El nerviosismo de un empate que parece inquebrantable baja la tensión. La rivalidad entre argentinos y brasileños ahora es muda, con cruce de miradas hostiles y gestos. La Argentina y Holanda igualan, y el azaroso ritual de los penales dirá quién jugará la final con Alemania. Los nervios se anidaban en los estómagos de los simpatizantes.

Están todos petrificados, encomendados a la lotería de la definición desde los doce pasos. Las atajadas de Romero se gritan con alma, como un gol. Esta vez el héroe no es Messi, sino que es él. Ese arquero que sonríe cara a cara con una hinchada que alguna vez lo puso en duda. Como a Goycochea, en los lejanos 90.

AL FINAL, MÁXIMA ALENTÓ A LOS HOLANDESES
Luego de muchas especulaciones, el Palacio Real de Holanda zanjó la duda sobre el seleccionado al cual alentaría la reina Máxima. La Federación holandesa comunicó que había recibido el deseo de «suerte» de los reyes Guillermo y Máxima, que fue leído a los futbolistas por el entrenador Louis Van Gaal antes del partido.

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