La Final vista en la playa de Copacabana

Cuando pude ocupar un metro cuadrado propio de arena con cierta visibilidad, encontrándome bien lejos de la segunda pantalla que mostraba el partido, entre medio de hinchas, turistas y curiosos de diversos orígenes, recién ahí me pude concentrar en el partido que estaba por empezar.

El costo que pagamos los que no pudimos entrar a la Fifa Fan Fest, fue no poder mirar el partido con un relato, ya que no se había instalado un sistema de sonido. Habiendo sido precavido, saqué mi celular y sintonicé una radio brasileña de las muchas que estaban transmitiendo la Final, así que pude disfrutar el match con sonido. El resto del público miraba la pantalla, sin el acompañamiento de un relato. La atención, y la tensión era tal, que la gente no se distraía por carecer de sonido, y los cánticos de argentinos y brasileños eran espaciados. Por supuesto cuando un canto surgía de un lado, era contestado por el otro grupo de hinchas. A los pocos alemanes no se los oía gritar para alentar a su equipo.

En un momento hubo murmullos, gritos y brazos elevados al cielo, cuando un dron  ( un artefacto volador teledirigido que puede portar una cámara ) parecido a un gran insecto, sobrevolaba a escasa altura casi sobre nuestras cabezas, registrando en imágenes a la gran masa de público presente en la playa ,que saludaba con algarabía y sorpresa.

Durante el primer tiempo los argentinos tuvimos un par de emociones interesantes cuando Higuaín erró un gol fácil de hacer delante del arquero Neuer, y cuando le anularon el gol que convirtió.

Por breves instantes conocimos la emoción de gritar un gol argentino de visitantes en una Final de Copa del Mundo en medio de la hostil y disfrazada torcida brasileña, integrada por varones y mujeres jóvenes de clase media principalmente.

A los treinta minutos de juego sentí que habíamos cumplido unos de nuestros primeros objetivos, que era evitar que los alemanes nos avasallaran y nos convirtieran un gol que les abriera el partido como en el Mundial pasado. Por otro lado ya notaba que Argentina estaba jugando un partido mejor y más atractivo de lo que resultó el match contra Holanda por las Semifinales.

Más allá de algunos gritos y pocos cantos, durante casi todo el partido hubo calma y respeto entre los que mirábamos en encuentro en la playa. La mecha se encendió cundo Goetze hice su gran gol en el segundo suplementario. Los brasileños gritaron el gol como si hubiera sido de ellos, y por lo visto algún o algunos argentinos intolerantes deben haber respondido con alguna agresión, porque se vinieron hacia los que estábamos en el fondo, un grupo grande de personas como huyendo de una situación peligrosa. Ese fue el momento donde algunos brasileños dejaron de reír y festejar y empezaron a pensar en retirarse.

A los pocos minutos de terminar el partido que consagró Campeón a Alemania, acabó la transmisión y no pude observar la entrega de premios. En los primeros veinte minutos después del final, se vivió un clima difícil que obligaba a mantenerse alerta. Muy cerca mío hubo dos pequeñas grescas y trompadas, y algunos arrojaron latas, sillas playeras o botellas, hasta que algunos policías tomaron posición en la arena. La mayoría de las personas, gente pacífica, algunos con niños y jóvenes, se empezaron a retirar velozmente.

No fue el mejor final de partido que uno hubiera querido presenciar en ese lugar en donde habíamos pasado una tarde tan espléndida con 25 grados de temperatura, mucho sol, mar y una gran algarabía. No sólo porque empezamos a tomar consciencia de que el sueño de sentirnos Campeones en Brasil de la mano de la Selección Argentina había acabado definitivamente, sino porque resultaba hasta peligroso estar ahí entre la multitud en la arena.

Se podía ver fácilmente en la arena los desechos de las bebidas que se habían consumido, entre ellas muchísimas latas de cerveza. Antes del final del partido había estado al lado de un joven argentino que a duras penas se podía mantener parado por efectos del alcohol. Eso probablemente detonó cierta agresividad.

Triste, pero con la sensación de que Argentina había jugado un gran partido contra el mejor equipo del torneo, me empecé a resignar rápidamente por la derrota frente al gran equipo alemán, y la acepté sin demora.

Tuve la sensación de que habíamos estado muy cerca de lograr nuestro objetivo y nuestro sueño de ganar el título de Campeón si Higuaín, Messi o Palacio hubieran tenido la capacidad y/o la suerte de convertir alguna de las claras posibilidades que tuvieron. Nuestros jugadores habían contenido bastante bien la ofensiva alemana, y generaron esas claras posibilidades de gol.

Entre los méritos alemanes, que son muchos, para mí el más importante que tuvieron en la Final, fue la capacidad de convertir una de las pocas situaciones claras que tuvieron, y nosotros no lo hicimos. Esa fue la mínima diferencia durante el partido. En el torneo, Alemania había sido un poco mejor que nosotros, en mi opinión. Argentina jugó bravamente en su qunta Final, con mucho honor y logró un merecido lugar de Finalista y segunda posición en la Copa.

Apesadumbrado pero íntegro, y orgulloso de lo hecho por nuestros jugadores, me dispuse a vivir y disfrutar de la última parte de la maravillosa experiencia del día de ayer. Lamentablemente la fiesta no había sido completa, pero todavía continuaba.

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