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Martes 15 de Julio 2014 / 09:18
Lionel Messi, el paria que no llegó a leyenda
Por Cristian Grosso / canchallena.com
RIO DE JANEIRO.- Con ningún otro somos tan exigentes. Los sometemos a pruebas que nadie podría superar. Lo medimos con otra vara, es cierto. ¿Es injusto? Es probable. Él nos acostumbró a lo extraordinario y nosotros cometemos el desliz de pedírselo a toda hora. Habrá que reconocerle varios méritos al Catalán antes de despellejarlo.
Él sostiene la marca argentina en el mundo. Él enderezó a partir de una tarde en Barranquilla la clasificación hacia Brasil 2014. Él mantuvo a la selección en la línea de flotación durante la primera rueda, cuando las dudas de Sabella y un estilo indefinido la tenían como una hoja en plena tormenta de verano. Él rescató del tedio al equipo en el debut contra Bosnia. Él lo salvo de la infamia ante Irán. Él bombardeó dos veces sobre Nigeria para asegurar el primer puesto del Grupo F, que luego daría derecho a tantos beneficios de logística y rivales a partir de los octavos de final.
Messi fue de mayor a menor en el Mundial. Y se fue quedando solo en el recorrido. Necesita cómplices para su cacería, pero terminó encerrado jugando al solitario. Primero perdió a Gago, que se sacó del equipo con su pobre rendimiento. Después cayó el Kun Agüero, lesionado, que al volver apenas fue una sombra de aquel goleador del City llamado para sentenciar las grandes citas. Más tarde lo abandonó Di María, el dinamizador del equipo, el ladero con mayor verticalidad y explosión para acompañarlo. E Higuaín, salvo en la tarde contra Bélgica, trajo al Mundial su versión más descolorida.
Messi se quedó desabastecido en un desierto.
Perdió pólvora y puntería. Rompió la maldición del arquero nigeriano Vincent Enyeama, al que no había podía quebrar en Sudáfrica 210, pero desde entonces no convirtió más en sus restantes 478 minutos en el Mundial. No fue casual. El capitán hizo una enorme concesión en beneficio del estilo colectivo que tomó la selección. La recortada fluidez del juego comprimió a la Pulga.
Él precisa socios para un mayor radio de distracción, pero la formación se estructuró para resistir, para ocupar los espacios, para cerrarle los caminos a los rivales. Y la Argentina lo consiguió, a medida que Messi fue quedando como un paria.
El blindaje albiceleste lo opacó. Y lo agotó, porque no le escamoteó ni una gota de sudor a la propuesta. Como ejemplo, vale el mano a mano con Courtois en el final del choque con Bélgica que, fresco, resolvía con una gambeta antes que rematar al cuerpo.
¿Se quejó? Nunca. ¿Se sublevó? Jamás. Así de involucrado estaba detrás de la causa común, que era también la de él, coronarse campeón, aunque no fuese recorriendo los caminos que lo beneficiaban. Al revés de lo usual, la estrella jugó para el equipo. Y eso convendría reconocérselo.
Quizá Messi nunca más vuelva a estar tan cerca de convertirse en mito. Más allá de los cuatro o los mil Balones de Oro que reciba. El día era anteayer, en el Maracaná, para rubricar la victoria más trascendente de la historia del deporte argentino.
Por eso la distinción como mejor jugador de la Copa hasta a él le pareció una burla. «Este premio no me importa nada», confesó. Y créale, es así. Si quisieron consolarlo, le abrieron la herida. Vaya a saber qué ridículo coeficiente aritmético envalentonó a la FIFA para concretar otro desatino. ¿O fue comercial? Un alemán se merecía la mención. Quizá el arquero Manuel Neuer., pero la FIFA ni lo había incluido entre los 10 candidatos. Entonces, Philipp Lahm hubiese sido un buen receptor, casi un símbolo para el capitán, y crack, del formidable proyecto alemán.
Messi ofreció durante el Mundial rasgos que nunca se le habían visto. Porque trucos y fantasías se le conocían, pero esta vez le agregó rabia y liderazgo a casi todo su periplo. ¿Recuerdan la arenga contra Holanda? ¿Alguien lo había visto así? ¿Y los festejos contra Bosnia e Irán?
Los puntajes de LA NACION fueron 5 contra Bosnia (nos equivocamos, ese día mereció una calificación más alta), 7 con Irán, 10 con Nigeria, 7 con Suiza, 8 con Bélgica, 6 con Holanda y 4 con Alemania, para un promedio final de 6,71 que lo incluye en nuestra selección ideal de la Copa del Mundo.
Sí, su peor actuación fue en la final del mundo. Desfavorecido por el dibujo y las circunstancias, Messi igual debió insubordinarse. Condujo a la Argentina hasta un lugar inhabitado por años, y ahí falló. Le duele más que a nadie. Él quería ser leyenda.