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Jueves 10 de julio de 2014 | Publicado en edición impresa
El día después
Brasil: un país en estado de shock tras la debacle
La catastrófica derrota frente a Alemania en la semifinal trocó el optimismo natural del anfitrión de la Copa del Mundo en tristeza y desolación; se registraron leves incidentes
Por Alberto Armendariz | LA NACION
RIO DE JANEIRO.- El luto no combina bien ni con el verdeamarelo ni con el espíritu alegre de los brasileños. Ayer, tras el humillante 7-1 que le hizo sufrir Alemania a la selección de Brasil, el país se despertó aturdido, triste, confundido, con una resaca futbolística que llevó a muchos a esconder sus banderas, devaluó el precio de las camisetas canarinhas, y copó los programas televisivos y radiales con psicólogos que aconsejaban cómo lidiar con la depresión.
Hasta la presidenta Dilma Rousseff contó que ni en sus peores sueños imaginó una debacle tan vergonzosa para su país con esta blitzkrieg de goles. «Honestamente, jamás, nunca. Mis pesadillas no son tan terribles ni van tan lejos. Como hincha, por supuesto, estoy profundamente triste, y comparto la pena con el resto de los hinchas. Pero también sé que el país tiene una característica muy importante: enfrenta la adversidad y es capaz de superarla», confesó la mandataria en una entrevista que dio a CNN ayer por la mañana.
Y aunque todo Brasil se esforzaba por juntar los escombros de su dignidad y orgullo, al menos no hubo que lamentar grandes destrozos ni actos de violencia extendidos; los incidentes que hubo durante la madrugada fueron aislados tras la «catástrofe», como la definió el propio técnico de la selección, Luiz Felipe Scolari.
En San Pablo, 15 buses resultaron quemados luego de que un par de atacantes incendió uno de los vehículos estacionados en un garaje al sur de la ciudad, fuera de servicio; el hecho de violencia física más grave fue la herida en la cabeza que recibió un hombre en la zona de bares de Vila Madalena, cuando otro hincha le tiró un botellazo. En Río de Janeiro, más allá de los tumultos y peleas que surgieron a la salida del Fan Fest, bajo la lluvia, con algunos robos y siete personas detenidas, no se registraron escenas de vandalismo.
En Belo Horizonte, escenario del histórico Brasil-Alemania, también hubo enfrentamientos entre grupos de hinchas en el barrio de Savassi, con 12 detenidos. En Recife y Salvador, otras peleas terminaron con tres detenidos en cada ciudad, y en Curitiba fueron apedreados varios colectivos, pero los ataques no dejaron heridos. En definitiva, Brasil reaccionó sin los desmadres que tanto se temían en caso de un abrupto final para el equipo anfitrión.
Las heridas más profundas y que dejarán cicatrices por mucho tiempo eran las emocionales. Por eso, como nunca antes, psicólogos fueron llamados a los programas de TV y radio para explicar cómo salir de esta situación. El diario Folha de São Paulo, incluso, publicó una nota sobre el trauma que este fracaso mundialista puede generar en los niños brasileños y -en una sorpresiva afirmación para este país siempre optimista- los expertos apuntaban que «pasar por la tristeza puede ser bueno» para el desarrollo de la personalidad.
Como si el Mundial ya se hubiera acabado, Copacabana amaneció con caretas de Neymar en el piso, entre charcos de la lluvia que duró casi toda la noche. En silencio, un ejército de basureros trabajaba para limpiar la «orla» por donde una marea de fanáticos brasileños circulaba para alentar a su equipo.
«Me da mucha lástima por los brasileños, están en estado de shock total, como si hubiesen vivido una tragedia nacional. Yo tenía la esperanza de poder ver una final Argentina vs. Brasil en el Maracaná», señaló a La Nacion el francés Baptiste Callez, 34, que junto a su novia, Léa, tenía entradas para la gran final del domingo.
Por las calles del interior del barrio, varias personas habían sacado las banderas brasileñas de sus balcones y ventanas. Lo mismo sucedía en el mercado de Saara, en el centro, hasta anteayer repleto de tiendas que vendían todo tipo de parafernalia verdeamarela. Allí, el comerciante Cauã Lopes, 55, ofrecía camisetas de Brasil a 10 reales cada una; un tercio de su precio el día anterior. «Hay que deshacerse del stock de camisetas cuanto antes. El resto de los productos los puedo guardar hasta los Juegos Olímpicos de 2016, pero las camisetas recién las podré vender durante el próximo Mundial, en cuatro años», explicó Lopes.
Alrededor de la Granja Comary, el centro de entrenamiento de la selección brasileña en Teresópolis, el ambiente también era de desolación. Los jugadores se refugiaron allí, sin mostrarse en todo el día, y las multitudes que se aglomeraban en la entrada para ver a sus cracks no aparecieron por ningún lado. En el camino, en cambio, se veían carteles insultantes, con leyendas como «Vendidos» y «Vergüenza», y otros más cómicos, como el que decía: «Ni la fábrica de Volkswagen logra hacer tantos Gols en tan poco tiempo».
Mientras el país intentaba retomar su rutina con la frustración muy presente, apenas cinco adolescentes aparecieron en la Granja; llegaron entonando «Eu, sou brasileiro Com muito orgullo/com muito amor», y aportaron una cuota de esperanza. «Sí, perdimos, nos duele y estamos tristes, pero es sólo un juego. Acá estamos para expresar nuestra solidaridad con este equipo que nos representó. Somos brasileños y juntos vamos a salir adelante», aseguró Desirée Salles, de 15 años.
TITE ASOMA COMO CANDIDATO PARA SUCEDER A SCOLARI
RÍO DE JANEIRO.- La goleada sufrida en la semifinal contra Alemania dejará, para Brasil, una consecuencia inmediata: la salida del entrenador Luiz Felipe Scolari. Pasado mañana, Felipao dirigirá por última vez al seleccionado local, en el partido por el tercer puesto contra Holanda.
Según la prensa local, el candidato para ser su reemplazante es Tite, que consiguió la Copa Sudamericana 2008 con Inter de Porto Alegre, y la Libertadores y el Mundial de Clubes en 2012 con Corinthians.
Ayer, Scolari defendió su trabajo: «Tenemos un compromiso con la Confederación hasta el final del Mundial, que para nosotros es el partido por el tercer puesto. Recién después hablaremos con la dirección de la CBF. No esperábamos este resultado catastrófico, pero el trabajo no fue del todo malo. Estamos entre los cuatro mejores del mundo».