Una mañana inolvidable

Fue una experiencia única, que recordaré por mucho tiempo cuando deje mi ropa de “periodista” amateur y vuelva a mi vida normal y rutinaria.

La mañana del Viernes 11 de Mayo será inolvidable para mí por tres motivos, que pasaré a contar con cierto lujo de detalle, en tres notas diferentes.

Yendo hacia Rio de Janeiro desde Niteroi donde me estoy alojando en el departamento de mi primo Mario León, me disponía a ir hacia su oficina en la zona de Lapa cuando me bajara del ómnibus. Mario es mi “corresponsal” en el área de Rio de Janeiro, donde ya lleva 45 años viviendo por ahí.

Yo ya tenía pensado ir a visitar la Catedral de San Sebastián para conocer personalmente uno de los lugares donde el Papa Francisco ofició Misa en su viaje a Brasil con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud hace justo un año.

Mi hija Clara estuvo en ese mutitudinario encuentro juvenil, y tuvo su encuentro cercano con Jorge Bergoglio, el Papa argentino, justamente afuera de la Catedral cuando pasó muy cerca de ella a la salida de la Misa para los peregrinos argentinos. Clara y su grupo del colegio no habían podido ingresar porque el templo estaba colmado.

La Catedral queda muy cerca de donde tenía que ir, y sobre la marcha cambié mi decisión: en vez de pasar primero por la oficina y en algún momento del día pasar por la Catedral, preferí pasar primero por la moderna construcción que ya conocía por fuera de viajes anteriores.

Gracias a ese cambio de planes, pude tener el regalo de tener dos encuentros extraordinarios, que pasaré a contar en las notas siguientes. Uno sucedió antes y otro después de entrar a la Catedral, el sagrado lugar que fue el tercer motivo de recuerdo de esta mañana nublada en Rio de Janeiro.

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